No olvidemos a quienes desde la infancia cargan el pesado yugo de la discriminación. Su vida al ras de la tierra, pasa desapercibida por nuestra vista.

43: la esperanza no muere

Toda nuestra solidaridad

con Sergio Ocampo:

periodista de primera línea,

aguerrido, consecuente.

Siempre en las trincheras de los de abajo.

 

A pesar del acarreo de estudiantes y la algarabía de la gente que se arremolinaba al paso de la camioneta en que viajaba la presidenta Claudia Sheibaum, en Guerrero el ambiente que se respira es de confrontación y enojo, por la acumulación de problemas que no se atienden. Los conflictos se sobrellevan y las soluciones de fondo se postergan. Las protestas se multiplican y las acciones de fuerza son más recurrentes ante la ineficacia de las mesas de diálogo y la inoperancia de las minutas firmadas. La desatención sistemática a la multiplicidad de actores movilizados causa agravios, enconos y desesperación. La población que busca ser escuchada no encuentra canales de interlocución y no hay autoridades que le den seguimiento a las demandas más urgentes de la población.

La gobernabilidad en nuestra entidad sufre un grave deterioro por la carencia de espacios para el diálogo y la concertación. Es grave que nos acostumbremos a la política del apaga fuegos ante la ausencia de una titular en la secretaría de gobierno. Es imposible avanzar en la construcción de acuerdos y en la prevención de conflictos si no se cuenta con una institución sólida que mantenga un diálogo permanente con todos los actores de la sociedad. Hay temas que requieren el análisis ponderado y el debate civilizado para darle cauce a la agenda ciudadana.

El modelo de seguridad militarizado que se ha implantado en nuestro estado sin tomar en cuenta a la población, está cobrando muchas víctimas. Se ha dejado que las cupulas del poder civil y militar hagan sus propios diagnósticos e implementen acciones que no revierten la espiral de violencia, ni mucho menos focalizan sus operativos con lo que llaman generadores de violencia. De los saldos sangrientos que se multiplican ninguna autoridad se hace responsable, todo queda en diligencias y toma de declaraciones de las víctimas. La fiscalía estatal es una institución cerrada y opaca, lejana a las víctimas que no da resultados contundentes como la judicialización de las carpetas de investigación.

Los colectivos de víctimas que buscan a sus seres queridos son relegados en la toma de decisiones relacionadas con los trabajos de búsqueda. Los organismos civiles que asumimos la defensa de casos graves de violaciones a los derechos humanos se nos estigmatiza como adversarios políticos y como simples comparsas de los grupos opositores. La agenda de los derechos humanos ha quedado supeditada a la agenda del partido hegemónico, todo se mira desde el cristal del partido Morena. Se defienden a ultranza las líneas políticas trazadas desde el centro y se cuida más la buena imagen del partido y de las figuras públicas que están señaladas de ser comparsas de los grupos criminales.

La visita de la presidenta Claudia fue más para afianzar su estrategia partidista y ampliar el electorado morenista con el fin de pavimentar la ruta para las próximas elecciones. En lugar de dar un tratamiento más detallado de las acciones emprendidas en el estado y de evaluar el impacto de los programas sociales en los sectores pauperizados, solo se comentaron los logros ya anunciados y se defendieron las reformas aprobadas. Aparecieron prácticas añejas del PRI, como el acarreo de contingentes, los porristas y matraqueros, los líderes vetustos, los caciquillos con su séquito de seguidores, polítiquillos de guayabera con bordados artesanales. Todos presentes para mantenerse vigentes y dentro del presupuesto. La política de la trivialidad y las lisonjas, de las apariencias y la futilidad.

La realidad es que estamos envueltos por tragedias que han marcado nuestro derrotero como un estado convulso por la lucha armada y la insurgencia civil. Las políticas del terror y los planes de contrainsurgencia causaron daños incuantificables que siguen sin ser reparados. La herida sigue sangrando por las matanzas de campesinos y las masacres de indígenas, por los cientos de personas desaparecidas a manos del ejército y por las prácticas funestas de los vuelos de la muerte. Esta estela de luto atraviesa nuestra entidad como una espada de Damocles, por los crímenes que se cometen y que se cubren con el manto de la impunidad. Nadie de los violadores de derechos humanos ha sido castigado, por el contrario se les honra con cargos y reconocimiento como el general Hermenegildo Cuenca. Las desapariciones del pasado con las actuales nos dibujan el continuum de impunidad. Por encima de los cambios de gobierno lo que permanece es el pacto del silencio, la protección a los perpetradores, el encubrimiento de los crímenes cometidos por militares.

El caso de los 43 jóvenes desaparecidos en Iguala, es un claro ejemplo de cómo las autoridades del PRI, PRD y MORENA se han confabulado con los perpetradores de este crimen artero. En este caso quedó evidenciada las redes de la macrocriminalidad donde convergen grupos delincuenciales, policías estatales, federales, militares, marinos, presidentes municipales, procurador de justicia y el gobernador para hacer causa común y protegerse de las instancias de justicia. En lugar de que se hayan desmontados las estructuras delincuenciales al interior del aparato gubernamental se han arraigado los grupos de la delincuencia dentro de las instituciones de seguridad y de los gobiernos municipales. No se ha tocado la estructura delincuencial que se anida en las instituciones del estado, por eso ha sido imposible dar con el paradero de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. En estas condiciones es difícil transitar a una nueva etapa de nuestra vida democrática mientras se encubra a los perpetradores y se tengan actores intocables como el ejército que se niega a entregar los 800 folios que hacen falta.

En la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa se tejieron pactos de silencio desde las estructuras más altas de poder para ocultar la verdad. Se armó una arquitectura de la criminalidad y de la impunidad de tal forma que quedaron empantanadas las investigaciones, girando en círculos concéntricos hasta topar con los muros del ejército. En los últimos meses no se avisora un horizonte esperanzador porque las autoridades están administrando el caso con reuniones, sin tocar las raíces profundas: el paradero de los jóvenes.

Los primeros días de la agresión contra los normalistas se dibujaba la esperanza más cercana de que los 43 estudiantes llegarían a la normal. Las madres y padres, a pesar de estar con la angustia, pensaron que se trataba de una represión de los policías municipales que sólo estarían en las rejas de barandillas y que después serían liberados. Permanecieron en la cancha de la normal en espera de que llegaran sus hijos. Han pasado 11 años tortuosos y las autoridades de 3 administraciones no han dado con su paradero.

Don Emiliano Navarrete padre de José Ángel reflexiona: Me cuesta creer que alguien nos pueda dar la verdad y la justicia porque en estos largos años se han acercado personas, pero sólo se llevan mi dolor sin que hagan nada. Por eso con la llegada de Andrés Manuel López Obrador dudé, pero había un ambiente de que venía del pueblo y que prometió que iba a encontrar a nuestros hijos. Por dentro decía ojalá esté equivocado sobre la visión que tengo de López Obrador. Fue un buen signo que haya aceptado el regreso del GIEI, sin embargo, cuando se toparon con la Sedena, el presidente los defendió más que a nosotros como padres que sufrimos la desaparición de nuestros hijos. Desde entonces las investigaciones se estancaron. Lo único que hizo fue intentar apaciguar la lucha. No cambió nada, volvió a mentir.

Con la presidenta Claudia Sheinbaum, vemos que ha tratado de ponerse del lado de las madres, pero también percibimos que no quiere tocar al ejército. No vemos grandes avances. Seguimos en la postura de que se necesitan los 800 folios que tiene la Sedena, y en lugar de exigir que los entreguen desvía la atención con su nuevo método científico que sólo se basa en la telefonía celular. Es una sola línea con unos cuantos puntos, pero no han sido trabajados a fondo. No es nada nuevo. Si no son iguales con Enrique Peña Nieto por qué siguen solapando al ejército.

Doña Hilda Leguideño comenta que en cada reunión nos dicen que están investigando, nos informan de las búsquedas en campo, sobre la telefonía. Pero hay personas que no han sido mencionadas y aparecen en la telefonía. Es tortuoso que sólo nos tienen en un círculo vicioso sin poder avanzar. El teléfono de mi hijo fue utilizado después del 26 de septiembre, tienen los nombres de las personas y están siendo llamadas a comparecer, pero todo hasta ahí se detiene.

También hemos solicitado los folios que tiene el ejército, pero sólo nos dicen que los van a entregar. No ha pasado nada. Así no va a caminar la investigación. Ahora quieren que se forme un nuevo grupo de expertos. Nosotras decimos que los expertos del GIEI hicieron 6 informes y echaron abajo la verdad histórica con pruebas científicas, por qué no los llaman si ya tienen conocimiento del caso y le pueden dar continuidad a las investigaciones para llegar a la verdad.

La investigación de los expertos apunta hacia altos mandos de la policía y militares, pero vemos que los gobiernos pasados y el actual no quieren que se sepa la verdad. Ha sido muy difícil caminar estos 11 años sin tener una respuesta. El gobierno no tiene la voluntad. Lo que pasó con nuestros hijos lo sabe el ejército. ¿Por qué se niegan a entregar toda la información? Pasaron diferentes gobiernos y aunque Enrique Peña Nieto desapareció a nuestros hijos, tienen la obligación de decirnos la verdad porque se trató de un crimen de Estado. Andrés Manuel López Obrador encubrió al ejército, por eso ahora con la actual presidenta le pedimos que haya verdad y que no defienda a los militares.

Como madres no nos importa que pase el tiempo, porque nunca los olvidaremos. Ellos son parte de nuestro ser, son nuestra carne, nuestro amor. A pesar de la indiferencia de las autoridades en estos pesados años, como madre nunca abandonaré a mi hijo, estaré con él hasta el final de mis días. Lo que más queremos como madres es saber la verdad, porque solo así podremos abrazar a nuestros hijos.

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