Conflictos Agrarios Conflicto agrario en el Pueblo de Dios Abel Barrera Hernández En la escabrosa Montaña Juan Crescencio pastoreaba sus chivos en el lindero Fandango, justo en la zona limítrofe de los estados de Guerrero y Oaxaca. En el macizo de la sierra sureña se asientan comunidades Mixtecas de un pasado glorioso, que desde la conquista española padecieron el ultraje, la rapiña, el despojo, la explotación y una política de exterminio. En esos filos del olvido se libraron batallas memorables como la gesta que protagonizó Vicente Guerrero en los municipios de Alcozauca y Atlamajalcingo del Monte. Juan Crescencio desde pequeño aprendió a subir peñascos como parte de su entretenimiento con los chivos que se le escapaban. Creció en el cerro al lado de sus padres que residían en Cuyuxtlahuac, municipio de Alcozauca. La Montaña se transformó en el paisaje más hermoso donde encontró un modo de vivir austero. Cuando se casó las autoridades agrarias le otorgaron un solar para construir su casa y una parcela para la siembra del maíz, a cambio del servicio que brindaba a la comisaría. Después de la siembra y la cosecha se iba del pueblo a cuidar sus chivos. En junio de 1969 tuvo una revelación en lo alto de la Montaña. En una mañana cuando se disponía a buscar sus chivos, observó que una persona subía la pesada cumbre donde él se encontraba. Aguardó a que el visitante llegara, pero por los quiebres del camino desapareció de su vista. Creyó que descansaba bajo la sombra de algún peñasco. Se sorprendió al ver sobre la piedra de una mojonera la imagen deslumbrante de Jesucristo. No tuvo tiempo de arrodillarse ni de nombrar a la santísima trinidad. Comprendió que la persona que subía sobre los riscos era Jesucristo, el hijo de Dios que lo visitaba. Con esta aparición milagrosa Juan Crescencio pudo descifrar los sueños que constantemente tenía. Rememoró las imágenes que se revelaban cuando no conciliaba su sueño. Comprendió que Dios lo llamaba para que consagrara su vida al servicio del pueblo mixteco. Extasiado por lo acontecido, se olvidó de las cabras que se encontraban lejos del lindero. Rezó por unos instantes, pidió perdón a Jesús por no haber tomado en serio su llamado. Cargó con su morral y llegó hasta el cerro del gavilán en busca de sus chivos. Fue una hierofanía que marcó su vida. El pastor de cabras se convirtió en una persona mística, introvertida y contemplativa. Cambió su rutina de trabajo. Desde muy temprano subía al cerro a rezar en la piedra sagrada. El milagro corrió como agua de las cascadas y barrancas que bañan toda la Montaña. Su fama atrajo a mucha gente de Guerrero y de Oaxaca. Cuyuxtlahuac fue el punto del encuentro luminoso. Varias familias improvisaron cobertizos alrededor de la piedra de tres cruces que se convirtió en el adoratorio de Juan Crescencio. Su prédica tocaba los corazones de los recién conversos que encontraban alivio con la imposición de sus manos. Para la gente se trataba de un santo que tenía los dones de la adivinación y la sanación. Como buen sabio del pueblo Mixteco pidió consejo a los grandes adivinos de Santa María Chacaltongo, en el estado de Oaxaca, también acudió con los sacerdotes católicos. Todos se sentían atraídos por su benevolencia y su vida entregada a la oración. Al verlo creían que en verdad era un mensajero de Dios. Muy pronto afianzó su rol como un líder carismático que sabía escuchar con paciencia a la gente pobre de la Montaña. En todo momento rezaba con ellas para ayudarles a resolver sus males y sus problemas. Con el pelo sobre sus hombros, su camisa blanca de manga larga, su pantalón azul y huaraches de correa desde las 4 de la mañana se levantaba para rezarle a Jesucristo y a la virgen María. Su cercanía con las múltiples precariedades que enfrentan las familias indígenas lo llevó a plantear la construcción de la Iglesia y a solicitar a las autoridades de Cuyuxtlahuac la dotación de tierras para fundar el Pueblo de Dios. Los recién conversos de inmediato se organizaron y cooperaron para construir la Iglesia en el lindero Fandango, donde colocaron el altar del nuevo templo. Las autoridades y comuneros de Cuyuxtlahuac brindaron todas las facilidades para que la familia de Juan Crescencio y sus seguidores se establecieran dentro de su núcleo comunal. Les repartieron de 2 a 3 hectáreas dependiendo del número de hijos y de hijas. Todos los jefes y jefas de familia apoyaron con trabajo para construir la Iglesia principal en 1983. También daban el diezmo para el sostenimiento de la familia de su líder religioso. Por las mañanas Juan Crescencio iniciaba con el rosario y posteriormente narraba lo que Dios le revelaba. Fue memorable el comentario que hizo a finales de agosto del 2001; soñó que en Estados Unidos sucedería algo malo y que por ese hecho moriría mucha gente. Después del atentado a las torres gemelas de Nueva York muchos conversos confiaron más en las predicciones de Juan Crescencio. Los jóvenes que trabajaban en Estados Unidos y que supieron de las proezas de su líder, pedían también su bendición. Su influencia en el municipio de Alcozauca trascendió el ámbito religioso. Juan Crescencio, a pesar de su discurso religioso y moralista, no fue ajeno a la lucha política que protagonizaba el partido comunista mexicano liderado por el maestro Othón Salazar. Con su gran experiencia como dirigente del movimiento revolucionario magisterial supo ganarse la amistad del guía espiritual del pueblo Ñu’u savi. Su encuentro en el Pueblo de Dios fue decisivo porque en las elecciones de 1980 el PRI sufrió una estrepitosa derrota. Este triunfo marcó la debacle del partido oficial que en las elecciones de 1983 lo desbancaría el PRD en los municipios de Metlatónoc y Malinaltepec. Con el triunfo de la oposición se reconoció oficialmente al Pueblo de Dios como Cruz Fandango y adquirió el rango de comisaría municipal. La autoridad de Juan Crescencio tuvo mayor peso porque fusionó su poder religioso con el poder político. Su liderazgo le abrió las puertas en la cabecera municipal para transformarse en un actor clave entre los partidos políticos. Sus alianzas con el poder terrenal eran incuestionables por su aura religiosa y porque su testimonio demostraba que no tenía apego a los bienes materiales. Predicó en tierra fértil en los albores del tercer milenio. Con el flagelo de la pobreza y el olvido ancestral impuestos por los gobiernos mestizos, la grey indígena vio en Juan Crescencio al líder que los unificaría y los guiaría por el camino de la salvación eterna. Con el paso de los años los hijos de Juan Crescencio formaron parte del séquito de personas que lo asistían. Se encargaron de representar a su papá ante las autoridades municipales y también tomaron el control de las limosnas que juntaban en los 4 templos que se construyeron. Fueron 25 años llenos de fervor en torno a su líder carismático. Los problemas afloraron cuando la figura del papá quedó en segundo plano con la participación de sus hijos en los asuntos de la comisaría. Por varios años fue Juan Crescencio y no la asamblea quien decidía qué hijo sería el comisario. La población acataba las órdenes de su líder, de que sus hijos se rotarían la comisaría municipal. La gente notaba que los pocos recursos que el cabildo asignaba a las comunidades no se traducían en beneficios para Cruz Fandango. Detectaron que los hijos de Juan Crescencio abusaban de la confianza que les tenían por su papá. Fueron pacientes y esperaron el momento en que la comunidad decidió quitarles el control de la comisaría. La ruptura tuvo graves repercusiones para los disidentes religiosos. Juan Crescencio hizo sentir su poder al separarse de la comunidad y fundar una nueva colonia. Habló con las autoridades de Cuyuxtlahuac para que tomarán medidas duras contra los rebeldes de Cruz Fandango. El conflicto escaló entre las dos comunidades. Los comuneros de Cuyuxtlahuac, que son los titulares de la tierra, corroboraron que los habitantes de Cruz Fandango buscaban separarse de su núcleo agrario. Para la comunidad de Cuyuxtlahuac se trató de una deslealtad y una traición, porque los avecindados sabían que no podían disponer de las tierras que ocupan. La situación se complicó con las acciones drásticas que tomaron los de Cuyuxtlahuac: cerraron la carretera que impide a los de Cruz Fandango viajar a la cabecera municipal, tampoco les permitieron sembrar en sus parcelas. Con la entrada del nuevo presidente municipal el conflicto se agudizó porque de manera arbitraria y unilateral desconoció la comisaría municipal de Cruz Fandango. Al sentir este apoyo la gente de Cuyuxtlahuac radicalizó sus planteamientos como la entrega inmediata de la comisaría y la expulsión de 15 jefes de familia, catalogados como los incitadores de la rebelión y los promotores de la separación. El pasado 21 de julio, alrededor del mediodía, varias personas de Cuyuxtlahuac se organizaron para ir a las parcelas de Cruz Fandango. Arrancaron las matas de maíz y le gritaron a la gente que se largaran si no querían más problemas. Hubo forcejeos para impedir que destruyeran sus cultivos. En la confrontación que se dio hubo detonaciones de armas de fuego. Un menor de edad resultó lesionado y 9 personas fueron detenidas: 4 mujeres y 5 hombres de Cruz Fandango. Los trasladaron a la comisaría municipal para privarlos de la libertad. Las 4 mujeres obtuvieron su libertad esa misma noche, sin embargo, los 4 detenidos quedaron incomunicados sin saber los delitos que les imputan. La descoordinación de las autoridades para establecer una mesa de diálogo generó más fricciones entre las dos comunidades. Las familias de los detenidos exigían al presidente municipal que actuara con presteza e imparcialidad. Ninguna autoridad obligó a la población de Cuyuxtlahuac que pusieran a disposición del ministerio público a los detenidos. No lograron instalar una mesa de negociaciones porque las partes no asistieron. La autoridad municipal y funcionarios del estado acudieron a Cuyuxtlahuac a pedir que liberaran a los detenidos. No encontraron eco a su planteamiento, porque no tomaban en cuenta las demandas de Cuyuxtlahuac. Para los familiares de los detenidos fueron horas de angustia y desesperación porque les impedían verlos. Los ministerios públicos en lugar de agilizar las investigaciones maltrataban a las esposas que no podían expresarse en español. En la Montaña las instituciones de gobierno son las que obstruyen los esfuerzos de la gente para acceder a la justicia. Los funcionarios en lugar de atender a la población más indefensa, dejan que los más fuertes suplanten las leyes e impongan sus condiciones para dirimir los conflictos. Las autoridades están desdibujadas en la maraña de intereses facciosos. Intervienen como apaga fuegos y aún así no logran sofocar los conflictos. El conflicto agrario que enfrentan las comunidades de Cuyuxtlahuac y Cruz Fandango las autoridades lo han relegado de manera irresponsable. Ahora que emerge las autoridades no saben qué hacer. Por eso las comunidades indígenas se ven orilladas a utilizar la fuerza en lugar de apostarle al diálogo y la aplicación de las leyes, porque saben que las autoridades no son confiables y tampoco actúan con profesionalismo e imparcialidad. Sus soluciones son para salir del paso nunca son duraderas mucho menos atacan la raíz de los conflictos. La exigencia de Cuyuxtlahuac de expulsar de su núcleo agrario a 15 jefes de familia y desconocer a la comunidad de Cruz Fandango como comisaría municipal, no abonan sino atizan el fuego de la confrontación comunitaria. Los seguidores de Juan Crescencio, que dejaron todo para fundar el pueblo de Dios, son ahora los perseguidos y desheredados de esta tierra sagrada. Publicado originalmente en Desinformémonos Share This Previous ArticlePresentación con vida de Vicente, ¡basta de simulación! Next Article¿Folclor o derechos de los pueblos indígenas? 6 agosto, 2025