No olvidemos a quienes desde la infancia cargan el pesado yugo de la discriminación. Su vida al ras de la tierra, pasa desapercibida por nuestra vista.

El último aliento de esperanza

El último aliento de esperanza

Sarahí Meza Moreno

Antropóloga e investigadora independiente

 

Soplaban los vientos de invierno, en las fiestas decembrinas, con el frío de las mañanas cuando Angelina, mujer Tu’un savi de 19 años, despertaba para contemplar las montañas y pensar en el horizonte, donde la vida guardaba sus sueños. Nunca imaginaría que la luz de su existencia la apagarían en las primeras horas de enero del 2022. Al siguiente día, 2 de enero,  causó conmoción en la comunidad de Coxcatlán San Pedro, municipio de Ayutla de los Libres, cuando se supo de su feminicidio.

Eran las 11 de la noche cuando Angelina, con un semblante de alegría, llegó al baile que se realizaba en su comunidad. Pasaron las horas con su sonora risa entre la gente, pero poco después prevaleció un silencio cuando llegó Roberto, gritando le dijo: “¿por qué no me dijiste nada si yo soy tu novio?”

A partir de ese momento no pudo seguir disfrutando del baile. De acuerdo con el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, ya de madrugada Angelina junto con sus familiares volvieron a su casa. Sus padres se retiraron, estaban cansados porque habían ido al velorio de su abuelo. Roberto se quedó, y solo acompañados por el silencio de la noche le volvió a gritar a Angelina. Tomó el machete y sin mediar más palabras le asestó un golpe en la cabeza. Cayó al piso aturdida tratando de defenderse con sus manos. Roberto siguió macheteándola hasta que quedó como dormida en el piso de tierra.

No pasó mucho rato cuando llegó la mamá de Angelina. Notó un ambiente extraño y preguntó a Roberto qué había pasado. Al ver el cuerpo de su hija desangrándose, un grito desgarrador inundó su casa, y desconcertada y envuelta en llantos le pidió a Roberto que la acompañara para darle la noticia a su esposo. La mamá de Angelina salió corriendo, mientras Roberto se tiró al piso al lado de Angelina.

El agresor la miró envuelta en sangre. Un momento después tomó el machete e intentó cortarse, pero solo rompió el pantalón queriendo simular que también había sido atacado. Ahí fue cuando se quedó dormido, tumbado junto al cuerpo agonizante, como símbolo de su poder machista, perdido en su mundito violento. Abrió los ojos cuando un grupo de policías comunitarios entró a la casa.

De inmediato llevaron a Angelina al hospital de Ayutla y a Roberto a la cárcel de la comunidad. Como a las 9 de la mañana en su primera declaración argumentó que habían entrado dos personas jóvenes y lo agarraron atrás de la casa, le cortaron el pantalón y lo dejaron desmayado. Al mismo tiempo que uno de ellos entraba para agredir a Angelina.

En el hospital el rostro de Angelina reflejaba angustia y dolor. Su cuerpo casi sin energía, aferrándose a este mundo trataba de comunicarse, con un suspiro por el que se le iba la vida y un ademán apuntando un machetazo en su mandíbula dijo: “Roberto”. Esa fue su última lucha, señalando a su agresor, como buscando justicia en su último aliento de esperanza. Su voz se había apagado eternamente.

Al día siguiente por la tarde los policías comunitarios se llevaron a Roberto a la Casa de Justicia de El Paraíso. Ahí le volvieron a preguntar lo que había pasado verdaderamente. Sin más alternativa se declaró culpable: “sí, lo hice”. La sospecha de la familia de que él era el responsable de tal atrocidad se hizo realidad.

Tlachinollan aseguró que la Policía Comunitaria convocó para el día 3 de enero de 2022 a una asamblea regional en la comunidad de El Paraíso, con el fin de que se decidiera el castigo contra el feminicida. A pesar de que es originario de la comunidad de La Fátima, perteneciente a la UPOEG, la comunidad de Coxcatlán San Pedro decidió que el agresor fuera llevado ante la justicia comunitaria con la CRAC-PC, porque tenían miedo de que pudiera ser liberado, sin ser castigado. Los padres de Angelina siguen firmes en la petición que le hicieron a la Policía Comunitaria para que el agresor que le arrebató la vida a su hija pague por lo que hizo, siendo castigado de por vida.

No obstante, “esto no es suficiente porque él va a estar encerrado, va a estar comiendo y tomando agua, pero mi hija ya no va a regresar, ya está muerta”, fueron las palabras de su papá.

“No solo azota la violencia en nuestras comunidades, sino la pobreza en la que nos encontramos, porque ni siquiera tenemos recursos económicos para el funeral de mi hija. La muerte no tiene compasión ante nuestra pobreza. Tenemos que pedir dinero prestado hasta para morir. Con el feminicidio de mi hija tuvimos que endeudarnos y soportar el dolor que nos llega en el alma. Al recordarla, me siento sin fuerzas porque la mataron cobardemente por el simple hecho de ser mujer”.

“No hay nada que discutir, no hay explicaciones, no hay disculpas, porque la decisión es la sentencia. No hay multa ni dinero, la única opción es asumir la responsabilidad”, fue lo que manifestaron las comunidades asistentes a la asamblea.

Parecía tan difícil concebir que algo así estuviera pasando, sin embargo, no era el primer caso de feminicidio, le antecedían otros, uno de ellos con la misma causa de muerte. En estos casos, la sentencia para los asesinos fue de 25 años de reeducación. El feminicidio de Angélica sigue pendiente.

En la asamblea, el semblante de indignación en cada una de las asistentes podía notarse, era algo que trastocaba a todas, pues podría ser cualquiera en un contexto donde la violencia machista y patriarcal toma fácilmente la vida de las mujeres. Muchas mujeres, hicieron propuestas para que las comunidades se organicen para exigir a las autoridades que atiendan el tema de violencia de género. Se les hace fácil prometer durante las campañas políticas apoyo y atención hacia las mujeres, pero cuando alguna llega a denunciar es discriminada y revictimizada. Es necesario destinar recurso para dar seguimiento a cada caso y escuchar lo que las víctimas realmente quieren y necesitan, pues el procedimiento de denuncia es caro, y cuando acuden a las instituciones hay veces que no hay ni para el pasaje.

Otra de las propuestas durante la asamblea regional fue la integración de mujeres en la impartición de justicia, con la finalidad de bajar el nivel de violencia de género. Se señaló que en San Felipe ya tienen un grupo de mujeres dentro de policía comunitaria, quienes han estado trabajando durante tres años, no solo para la tranquilidad de las mujeres Tu’un savi, sino para el beneficio de toda la comunidad.

Las propuestas hechas durante la asamblea son el resultado del gran número de casos de agresiones y feminicidios. Es a partir de la violencia machista que se voltea a ver la grave situación en la que se vulneran los derechos y se atenta contra la vida de las mujeres. Este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres también parte de la muerte de cientos de ellas, de luchas por sus derechos.

En las comunidades de la Costa Chica y Montaña de Guerrero los feminicidios ocurren en la cotidianidad sin que el problema sea atendido por las autoridades. Más bien prevalece la indolencia y el olvido. Los familiares son los únicos que buscan hacer justicia. Sin embargo, el dolor es grande, porque nadie devuelve la vida de las víctimas de feminicidio, nada remplaza sus sueños ni sus alegrías.  El daño de la violencia feminicida es irreparable. Las mujeres seguiremos luchando por nuestros derechos hasta el último suspiro.

 

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