Opinión Morir en la tortuosa búsqueda de los 43 En memoria de Arturo Hernández Cardona luchador aguerrido que denunció el narco poder que se gestaba en Iguala En el verano del 53 nació Donato Abarca Beltrán entre los desolados terregales de la comunidad de Jalapa, municipio de Cuautepec, en la Costa Chica. Creció en la pobreza de los años 50 que golpeaba como las olas del mar bravío. Su papá Eleno Abarca, falleció hace tres años, y su mamá Josefa Beltrán fue su baluarte, que lo educó en el campo. Todo su trabajo estuvo centrado en la tierra. No encontró otra opción a pesar de que estaba cerca el puerto de Acapulco. La educación para las comunidades rurales era un lujo. No hubo más que luchar por la sobrevivencia. Doña Berna, hermana de Donato recuerda que “las familias se animaron a trabajar la papaya porque la pagaban bien. En esos años venía gente con tráiler de otros lugares a comprar. Ahorita sólo quedan los sembradíos de maíz, de coco, limón, tamarindo y la ganadería, pero con el huracán John todo se perdió”. La familia de Donato vivió en las parcelas donde sembraban su milpa. Con el tiempo hicieron su casa, así como otras familias de Jalapa. Poco a poco se conformó la comunidad de San Antonio sobre la carretera de Cruz Grande-Marquelia. Donato fue el primer hombre y el segundo hijo de los hermanos Abarca Beltrán. Donato se dedicó a sembrar maíz y ajonjolí. Antes de cumplir 18 años conoció a Metodia Carrillo. Pronto se casaron y procrearon 9 nueve hijos. Con muchas dificultades salieron adelante. Trabajaron muy duro en la siembra de maíz, calabaza, ajonjolí, jamaica y sandía. Sus hijos desde pequeños participaban en las labores del campo. Donato siempre animó a sus hijos para que salieran a estudiar. A pesar de no contar con dinero para apoyarlos sacrificaba sus gastos personales para apoyarles. Luis Ángel Abarca Carrillo, su octavo hijo tomó a pecho sus consejos y se decidió a salir para estudiar en Ayotzinapa. Para Donato fue su gran orgullo, porque al fin vería que uno de sus hijos se graduara como maestro. A Donato le pesó que su hijo se fuera lejos de su casa, sin embargo, albergaba la esperanza de que algún día regresaría como maestro. Aún así lo extrañaba “cuándo vendrá” pensaba mientras cosechaba su milpa. Luis Ángel estaba contento porque había entrado al primer año de su carrera. Todo se derrumbó con la trágica noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre del 2014 cuando fue desaparecido junto con 42 compañeros de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero. Esta noticia para Donato y doña Metodia fue devastadora. Todo San Antonio se quedó en silencio. Nadie creía lo que había pasado. La gente visitaba a la familia para saber alguna noticia de su paradero. La solidaridad de los vecinos amortiguaba el dolor y la angustia de la familia. El trabajo en el campo se transformó en una dura carga porque no había ánimo ni ganas para trabajar en la parcela. Con el corazón quebrado Donato pedía al cielo que volviera su hijo. Antes de enfermarse Donato se sumó a las búsquedas con los demás padres y madres de los 43. Caminaba en los montes de Iguala y de Huitzuco en busca de los muchachos, no solo de su hijo Luis Ángel. Su amor de padre no le importó el cansancio ni los peligros que implicaba entrar a lugares controlados por la delincuencia. Con la tristeza y la angustia su salud se deterioró más. En los últimos años se quedaba en casa, sembrando en el campo para sobrevivir con lo que cosechaba. En septiembre de 2024 tuvo una intervención quirúrgica, fue doblemente doloroso porque en ese mes su hijo cumplía 10 años de desaparecido. Vivía afligido, pero quería mantenerse en pie para abrazar a Luis Ángel. Tuvo más cuidado de las indicaciones que le dio el médico. Acudía a sus citas y estaba atento a que la sonda que le pusieron no se tapara. Le programaron una segunda operación, su situación era complicada porque requería 4 unidades de sangre. Su esposa Metodia de inmediato pidió apoyo a los jóvenes normalistas quienes solidariamente atendieron su petición. El pasado 13 de mayo Donato tuvo su segunda intervención. Afortunadamente su cuerpo respondió y fue dado de alta. Tendría que regresar el 29 de mayo para que le retiraran los puntos. La tarde del 28 Donato y Metodia salieron de su pueblo para dormir en la normal. Por la mañana Donato preguntó a su esposa “¿Ya nos vamos?”. Antes de salir del cuarto pasó al baño, dio un paso en falso y se cayó. “De repente ya no pudo respirar, quise levantarlo, pero no lo logré. Le grité a los estudiantes que me ayudaran. Rápido corrieron para auxiliarme, pero cuando se acercaron para levantarlo me dijeron, tía, pero ya no respira. Me negaba a creerlo, yo le seguía hablando para que reaccionara, pero todo fue en vano. Me dicen que fue un paro respiratorio.” El mismo día llevaron su cuerpo a la comunidad de San Antonio. Sus familiares, amigos y vecinos lo velaron en un cuarto de su casa. Algunos ramos de flores adornaban el féretro, las veladoras eran colocadas en el piso y el humo del copal se expandía por toda la casa. Sobre el ataúd sobresalía la lona con el rostro de Luis Ángel su hijo amado. La presencia de las madres y padres de los 43 estudiantes fue un alivio para doña Metodia porque ha sufrido con ellas infinidad de momentos dolorosos. Sabe que con ellas podrá salir adelante. A pesar de sobreponerse al dolor Metodia no tuvo más que decir “Me quiero morir, me quiero morir…” La presencia de los estudiantes de Ayotzinapa le recordó a su hijo que en sus noches de aflicción era su bálsamo que mitigaba su dolor. Los jóvenes cargaron a Donato como un reconocimiento y un homenaje a un padre que murió buscando a los 43. Después de la misa fue trasladado a la comunidad que lo vio nacer. Amigos y vecinos reconocieron a Donato como “un padre amoroso y hogareño, que siempre estuvo del lado de sus hijos y que cuidó de su familia. El amigo Dona, se ganó el cariño de todo el pueblo, por su forma tan sencilla de convivir, por ser una persona solidaria. Siempre tenía una sonrisa, una buena palabra, un saludo fraterno para toda la gente”. Su hijo Mario agradeció la presencia de las madres y padres de los 43 por su gran corazón, por estar presentes en momentos difíciles y por sentir el dolor de la familia. “A mi papá Donato lo llevo en el corazón porque siempre me impulsó a ser un hombre de bien, a ser una persona trabajadora y disciplinada. A pesar de que fuimos pobres, me transmitió valores para no hacer daño a nadie. Gracias por el amor que nos dio. Quizá no tuvo cosas materiales qué darnos, pero hizo lo que pudo y eso se lo agradezco de todo corazón. Le doy mi abrazo y mi reconocimiento”. Melitón Ortega, en representación de las madres y padres de los 43, reconoció la incansable lucha de don Donato en las jornadas de búsqueda; “ahí lo conocimos, como un padre decidido, con mucha fuerza, con esa mirada firme, con esa postura digna para encontrar a los 43. Hoy le decimos que no se vaya con la pena por no haber encontrado a su hijo. Nosotros, junto con nuestra compañera Metodia, seguiremos en la batalla buscando a los 43 jóvenes. Esta lucha que iniciamos juntos no va a terminar, seguirá hasta que las madres y padres encontremos a nuestros hijos. No nos cansaremos de exigirle al gobierno que nos diga dónde están. Que Donato descanse y que encuentre a los otros padres y a doña Minerva que están allá, que les diga que nosotros aquí seguimos firmes y que llevaremos sus voces donde quiera que estemos”. Clemente Rodríguez, padre de familia, habló de las batallas que han librado para encontrar a sus hijos. “Don Donato deja a una gran guerrera que ha luchado para encontrar a su hijo y a los demás jóvenes. Hemos batallado, hemos hecho huelgas de hambre y también plantones, sin embargo, los gobiernos hacen que no oyen. Prefieren ofendernos al decir que nuestros hijos ya están muertos. Qué nos digan entonces dónde están y quién los mató. Todos se cubren y le apuestan al olvido. Quisieran que ya nos calláramos y que nos regresemos a nuestras casas. Eso nunca va a suceder, aunque digan que somos necios. Usted bien lo sabe doña Metodia todo lo que nos ha costado esta lucha, nadie nos ha detenido a pesar de nuestras enfermedades. Estamos aquí para decirle que seguiremos juntos, que tenemos que saber qué pasó con nuestros hijos. Sea al costo que sea los vamos a encontrar. Doña Metodia, sepa que los 43 madres y padres somos su familia”. Doña Metodia, madre que ha sabido vencer todas las adversidades gritó con gran fuerza “¡Nunca dejaremos de luchar por encontrar a nuestros hijos!” Al unísono estudiantes, familiares y amigos retumbaron sus voces: ¡Donato vive, la lucha sigue! ¡Porque vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!. Share This Previous ArticleDonato: nos duele tu partida, pero seguiremos buscando Next ArticleJornaleros bajo fuego 3 días ago