No olvidemos a quienes desde la infancia cargan el pesado yugo de la discriminación. Su vida al ras de la tierra, pasa desapercibida por nuestra vista.

OPINIÓN | “Como si fuera una guerra”

Para Don Pablo Sandoval:

 forjador de luchas emblemáticas en Guerrero,

siempre cercano a los más humildes. Congruente con su forma de vivir 

y de pensar. Desconfiado del poder adulador.

Un gran maestro que, en sus 101 años, nunca dejó de aprender

y sorprender.

Con la tenacidad de su lucha,

cimbró a gobernadores e increpó a los caciques.

Triunfador de mil batallas. 

A mi primo de quince años que había ido a tocar con los de Sensación Musical, también lo quemaron. Me gustaba ver como tocaba. Siempre me invitaba cuando iba a ensayar. Ahí veía que tocaba varios instrumentos. Él quería estudiar la secundaria, pero ya no pudo ir a Hueycatenango.  Allá no podemos ir, porque en el camino luego nos atajan los que andan armados. Desde que mataron a un compañero, en el pueblo ya ninguno estudia en la secundaria. También dicen que a otro chavo se lo llevaron, y hasta fecha, no aparece.

Ahorita en el pueblo hay varios niños y niñas, que llegaron con sus papás de Acostapachtlán. Dicen que secuestraron a dos de sus tíos y que ya van dos meses que no aparecen. Se vinieron porque tienen miedo de que los vayan a matar. Llegaron en la noche cargando a varios niños chiquitos. No pudieron salir con cosas, porque tuvieron miedo de que se dieran cuenta que se iban de su pueblo. Mi papá dice que en la comisaria comentaron que las familias se van a repartir en varias casas, para que ahí puedan comer y dormir. Con mayor razón, ahora tiene que haber más vigilancia todo el día y toda la noche, para estar pendiente de que no vayan a entrar los de Paz y Justicia. Ya no solo los grandes tienen que cuidar, también los que ya terminamos la primaria. Ya nos toca también dar servicio porque hay mucho peligro y muchas necesidades.

Cuando va mi papá a la parcela, mis hermanos más grandes lo acompañan, porque es muy peligroso andar solo en el campo. Antes la gente nomás llevaba su machete para ir a la parcela. Eso ya no sirve para defenderse, tenemos que ir al campo con rifle y siempre viendo que no vaya estar alguien escondido. Para cuidar los chivos, íbamos con nuestra resortera y a veces con nuestro chirrión. Ya no vamos solos, por lo mismo de que nos puede pasar algo, y aunque sea un rifle tenemos que llevar.

Mi papá tuvo que vender varios chivos para comprar el fertilizante. Ahora también los del gobierno nos castigan porque muchos señores del pueblo no les toco ningún bulto. Ya no se puede hablar con el gobierno en Chilpancingo porque no te hacen caso y porque sale más caro el viaje. Hace como seis meses salieron de comisión dos señores para ir hablar con el gobierno. Ya nunca regresaron porque allá en Chilapa los mataron, por eso ya nadie quiere ser autoridad, porque a ellos son los primeros que persiguen.

Lo que más me gustaba, era cuando había fiesta, porque llegaba los juegos mecánicos y también comíamos carne con caldo rojo. Venía gente de otras comunidades con sus bandas y en la noche había toritos y castillo. Eso ya se acabó. Dice mi abuelita que porque ahora hay mucha gente mala, y que luego cuando la gente toma empiezan los pleitos y hasta se matan. En la escuela a veces los maestros hacían algún programa y en el día del niño nos daban dulces. Tampoco vamos a la escuela, porque los maestros tienen miedo de viajar al pueblo. En navidad hacían una posadita y a veces llegaban gentes a la iglesia que rezaban y el mero 24, quebraban una piñata. Ya no podemos salir de noche, porque luego se escuchan las balaceras.

Apenas murió mi abuelito cuando andaba pizcando. No sabemos que le paso, nada más se quejó y se quedó tirado en el suelo. Mi papá con mis hermanos se lo trajeron a la casa de mi abuelita. Las personas que tienen camioneta no quisieron hacer el viaje a Chilapa. Nada más consiguieron unas pastillas para el dolor y así estuvo tirado hasta que se murió. Aquí fácilmente se muere uno, porque no hay quien te cure, solo con puras hierbas, pero no todos aguantan. A mis hermanitos chiquitos los cura mi abuelita. Ella es partera y siempre la llaman cuando va a nacer un niño. Dice que cuando nací pensó que ya estaba muerto, porque sintió que ya no me movía en la barriga de mi mamá. Por eso dice que la virgencita le hizo el milagro para que yo viviera.

Yo quisiera estudiar la secundaria y aprender música como mi primo, pero ninguna de las dos cosas se puede. Mi primo ya no está y solo él me animaba para que aprendiera a tocar la guitarra. Desde que se dio la balacera hace un año en el pueblo, cuando vinieron a querernos matar la gente de los Ardillos, los señores dijeron que teníamos que organizarnos para defendernos. Ya no solo estaba el peligro cuando íbamos a Hueycatenango, sino en los caminos y en los cerros que están aquí cerquita. Por eso ya no pude estudiar la secundaria. Ahora tengo que ayudar a los señores más grandes en la vigilancia. En la reunión del pueblo dijeron a los papás, que los niños más grandes deben prepararse para apoyar a la policía comunitaria. Con todo lo que está pasando, otras comunidades también se están organizando para defenderse. La gente de Tula corre mucho peligro, porque está como a 300 metros de donde se encuentran los Ardillos. Varias veces han sido atacados, y por eso, están viendo que varios niños grandes se preparen para formar parte de la policía comunitaria.

Mi papá y mi mamá quieren que sigamos estudiando, porque saben que ahí en el pueblo no vamos a salir adelante. Cada año se cosecha menos maíz. Dice mi papá que en esta cosecha solo va a sacar dos cargas. Por eso quiere que estudiemos, porque ya ni el maíz alcanza para todo el año. Yo también quiero seguir estudiando, pero la verdad ahora si tengo miedo de que, si voy a la secundaria, me pueden matar. Yo no sé si eso también les pasa a los demás niños, porque aquí es como si fuera una guerra, donde cualquiera puede morir, así como le pasó a mi primo y a los demás músicos. Quisiera irme lejos a trabajar, como lo hacen algunos paisanos en Estados Unidos, pero no tenemos dinero ni para llegar a México. Me tengo que aguantar, aquí con mis hermanitos y nos tenemos que cuidar y defender, porque aquí en la Montaña nadie ve por nosotros.

Diario nos llegan amenazas de que los Ardillos van a entrar a nuestro pueblo, por eso no podemos vivir tranquilos. Más bien tenemos que estar preparados para protegernos, para correr o para defendernos. Por eso, no solo la gente grande, sino también los muchachos y los niños tenemos que estar cuidando nuestro pueblo, porque ya vimos que el gobierno no nos protege. Aunque el ejército esta en uno de los cruceros cerca de Hueycatenango, los que andan armados suben y bajan con sus camionetas y no les hacen nada.

En El Jagüey, tienen su retén y ahí revisan los carros y cuando ven que es gente de los comunitarios los detienen, y si saben que es autoridad, se lo llevan y en varios casos, los han desaparecido y asesinado. Los del gobierno no los investigan y los dejan que ahí tengan su retén. Entre ellos mismos se coordinan y hasta se comunican por teléfono. No nos pueden ver, porque no aceptamos ser de su grupo. Siempre nos acusan que la gente de mi pueblo son los que hacen todo lo malo y nunca hemos recibido la ayuda de la policía ni de los militares. Al presidente municipal ni lo conocemos, solo atiende a su gente. Los que no podemos hablar español no nos hacen caso, se burlan cuando hablamos en nahua. No les interesa atender nuestros problemas. Nos dejan morir solos.

Con lo que pasó con los músicos el gobierno tiene la culpa porque nunca nos hizo caso, no creyó que los otros se sienten los meros jefes y que nadie les hace nada porque ellos tienen el control de estos pueblos.

Aunque yo quisiera jugar, no puedo, porque tengo miedo de que me alcance una bala. En el pueblo no hay lugar donde jugar y ya ni en el cerro podemos correr. En la casa nos escondemos, pero ni ahí estamos seguros porque también entran las balas. Siento que esto es una guerra contra todo el pueblo, contra nosotros los niños y las niñas. Por eso tenemos prohibido de salir a jugar.

Veo que a veces mi mamá y mi papá no duermen, porque tienen miedo que nos vayan a matar. Yo también tengo miedo y, por eso, me abrazo a mis hermanitos para que Dios nos cuide a todos. A veces no quisiera despertar, pero luego me doy cuenta que hay problemas cuando mi papá sale de la casa muy temprano. Eso quiere decir, que pasaremos otro día encerrados en la casa. Yo por eso, quiero ir con mi papá y estar a su lado cuando se va con la gente para defender al pueblo. Por eso también quiero ser comunitario.

Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan

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