No olvidemos a quienes desde la infancia cargan el pesado yugo de la discriminación. Su vida al ras de la tierra, pasa desapercibida por nuestra vista.

Palabras Impetuosas, como el agua y el fuego

Como comisionados y comisionada del MEH, estamos aquí en la capital del estado, para Escuchar a las familias honorables de Guerrero, que desde 1972 sufrieron la embestida del ejército en los municipios de la Costa Grande, en los pueblos de la sierra, de Tierra Caliente, la zona Norte, la Costa Chica, la Montaña, en la capital del estado y en el puerto de Acapulco.

Desde hace 50 años enfrentan los estragos de la guerra sucia. A pesar de las políticas de exterminio que aplicó el ejercito con sus planes de contrainsurgencia, nunca claudicaron, por el contrario, sobrevivieron en medio de la pobreza, la persecución y el olvido. Vencieron el miedo y se levantaron contra los caciques pendencieros.

Con sus manos, con su sabiduría secular y sus precarios recursos han reconstruido sus comunidades, han levantado sus hogares, han cuidado de los abuelos y de los nietos y han mantenido viva la memoria de sus seres queridos. No han sucumbido en la desesperanza. En todo momento están en las plazas públicas, en las calles, visitando las cárceles, exigiendo entrar a las instalaciones militares para saber de los desaparecidos. Exigiendo a los ministerios públicos que avancen en las investigaciones. Demandando a las autoridades federales que cumplan con las reparaciones individuales y comunitarias. Se han plantado en palacio nacional para denunciar los engaños y atropellos a su dignidad. La edad no es una limitante para resignarse a perder esta batalla. La muerte tampoco significa el fin de esta lucha. La esperanza crece como las flores de la montaña y la sierra. Sigue vibrante sus sueños de justicia. Nunca se cansan de buscar en los parajes de la muerte los restos de los caídos.  Desde el dolor y la profundidad de la tragedia nos están dando lecciones de cómo se lucha con el corazón por delante, de cómo se forja la dignidad de acero ante tanta felonía de los gobernantes que protegen a los perpetradores.

Rompieron los cercos de la muerte y del hambre. Sobrevivieron a la tortura y mantuvieron como un tesoro escondido la lucha clandestina de los alzados en armas  Nunca se arredraron a pesar de las acciones sanguinarias de los caciques y sus pistoleros, de los asesinos entrenados por el ejército.

En Guerrero fueron los padres de familias, al lado de maestros rurales, universitarios, normalistas y lideres comunitarios, campesinos, indígenas, población afro, quienes se remontaron a la sierra y las montañas, para dar la batalla y defender a su gente.

El ejército en lugar de enfrentarlos, de manera cobarde se fue contra las personas mayores, contra las mujeres y los niños. Contra las pequeñas comunidades productoras de maíz, de coco, de mezcal y de café.  Rodearon a los pueblos, quemaron las casas construidas en el campo, les impidieron salir a trabajar a sus parcelas, destruyeron sus fogones y comales para que nadie comiera tortillas. impidieron las salidas del pueblo y vaciaron las pequeñas tiendas para debilitar a la guerrilla y doblegar a sus familias. Ustedes no se dejaron vencer. Pelearon como héroes y heroínas.

Han puesto de por medio su vida para encontrar a sus familiares desaparecidos. se han armado de valor para exigir a las autoridades que investiguen estas graves violaciones a los derechos humanos.

Como comisionados y comisionadas les decimos que estamos con ustedes, que venimos a escucharles, a poner en el centro su palabra que es la simiente de la verdad escondida en los vuelos de la muerte, en el pozo meléndez, en las cárceles clandestinas, en las instalaciones militares, en los separos de las corporaciones policíacas, en los rincones de sus hogares y en las comunidades más recónditas. La palabra que sopla como el aire en las cimas de los cerros, en las barrancas más intricadas, en los parajes más remotos.

Sus testimonios son las raíces vivas de la memoria digna, que se nutre de los manantiales de la vida comunitaria, de la cultura de la resistencia y de los valores más excelsos que enaltecen la lucha de quienes nos legaron su ejemplo para hacer realidad sus sueños. Ustedes nos ayudarán a escribir las paginas del dolor y de la esperanza, le pondrán rostro y nombres a los contenidos, le imprimirán la fuerza y la credibilidad a las historias y luchas que han protagonizado.

Les agradecemos por su confianza, por su presencia y por su lucha inclaudicable. Como comisionados y comisionada les admiramos y respetamos. Prometemos no defraudarles.

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