No olvidemos a quienes desde la infancia cargan el pesado yugo de la discriminación. Su vida al ras de la tierra, pasa desapercibida por nuestra vista.

PENSAMIENTO | Réquiem para el compañero Gaudencio Mejía

Réquiem para el compañero Gaudencio:

 

En la Montaña,

en la década de los 90,

fuiste de los jóvenes rebeldes

que asumieron su indianidad

con gran orgullo.

Nunca te arredraste ni retrocediste ante el desprecio y la humillación

de los caciques

y políticos pendencieros.

Asumiste con gran garbo

tu identidad Montañera,

y desde las trincheras del olvido, emprendiste la batalla

contra el racismo y la discriminación,

al lado de los hijos e hijas de la Lluvia.

Forjaste tu espíritu combativo

al calor de las protestas

y las marchas multitudinarias, convocadas por el consejo guerrerense 500 años

de resistencia indígena.

Un movimiento emblemático

que le dio color y candor,

a las nuevas luchas forjadas

desde el corazón de la tierra…

contra el neoliberalismo.

Fuiste portavoz del otro derecho,

del rostro negado

de las montañeras y montañeros.

De la civilización destruida

por los encomenderos

y burócratas etnocéntricos.

Siempre nos cultivaste

con tu acervo cultural,

al compartirnos las historias

de las sabias y sabios de la comunidad.

Encontrabas la palabra clave,

para develarnos el misterio insondable

que habita en las cimas y barrancas,

de la Montaña sagrada.

Tu pasión por la otra política,

la que se dirime

en las asambleas de los pueblos,

te llevo a estrechar los lazos

con los movimientos disruptores

e insurrectos

como el zapatismo.

Abanderaste en foros internacionales

la autonomía y la libre determinación

de los pueblos.

Contribuiste al debate nacional

por la reforma constitucional

de sus derechos.

Tu expertis te brindo la oportunidad

de participar como asesor

en la cámara de diputados,

y ser un puente de comunicación

con las organizaciones

y autoridades indígenas.

Tu retorno a la Montaña

estuvo marcado

por el gran ánimo que infundías;

de romper las cadenas del oprobio,

y desmontar el andamiaje delincuencial

anclado en la burocracia gubernamental.

Te propusiste recuperar

la mística y el compromiso

que le imprimieron los fundadores

de la XEZV,

la voz de la Montaña.

De ser una radio cercana

a los pueblos,

que cediera sus micrófonos

a quienes protagonizan

las resistencias,

y a quienes claman justicia y verdad

por sus desaparecidos.

Abriste la radio

para que la polifonía de voces

desenmascaren las triquiñuelas

de los gobernantes corruptos,

y mostrar el encanto

de la vida comunitaria.

De sus telares y de su canto.

Regresaste como lo han hecho

muchos hombres y mujeres

que aman la Montaña.

Con grandes bríos y deseos

de incorporarte

a los frentes de batalla,

para contener la violencia fratricida;

para denunciar los feminicidios;

denunciar la depredación ambiental

y él saqueo impune

de las riquezas naturales.

Te propusiste hacer de esta palestra

un lugar prominente,

para defender

los derechos del pueblo.

En tu entrega,

nunca imaginaste,

que al igual que cualquier compañera

o compañero de la Montaña,

el enemigo invisible del coronavirus,

te arrebataría la vida.

No se nos olvida

tu mensaje póstumo del 2 de agosto,

donde rememoras al ilustre maestro

Othon Salazar:

“No hay que tenerle miedo

a la muerte,

porque cuando ella llega,

nosotros ya nos fuimos”.

Haz llegado al lugar sagrado,

donde habitan las abuelas y abuelos,

quienes ya cruzaron

el túnel de la oscuridad

y ahora se encuentran en el lugar

de la luz plena,

donde cogobiernan el señor fuego

y la señora lumbre;

el rayo y el relámpago,

con el señor y la señora Lluvia.

Ellos y ellas con su energía,

velan por nuestra salud

y nos procuran con los frutos

de la madre tierra.

Ahora serás nuestro guía

y nuestra fortaleza

en este difícil peregrinar

por la igualdad y la justicia.

Que la Montaña te reciba en su regazo

y que tu legado

fortalezca nuestras luchas

Tu amigo y compañero:

Abel Barrera

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