No olvidemos a quienes desde la infancia cargan el pesado yugo de la discriminación. Su vida al ras de la tierra, pasa desapercibida por nuestra vista.

Pintemos de verde Guerrero: vivas nos queremos

Pintemos de verde Guerrero: vivas nos queremos

 

Viridiana Gutiérrez Sotelo 

Feminista afromexicana. Coordinadora del Observatorio de violencias Guerrero e integrante de la red guerrerense por los derechos de las mujeres.

 

 

 

Frente a la casa de mis abuela, en Cuautepec, dónde crecí, había enormes arboles de bocote (al menos así le conocíamos). Sus hojas eran enormes y de un verde hermoso, solíamos cortarlas para jugar a hacer tortillas con las tapas de los refrescos y así pasábamos algunas tardes la mayoría de las niñas en mi pueblo. Un día que se acercaba el 30 de abril se me ocurrió que con esa mismas hojas podía escribir, pues su verde era perfecto para dejar claro un mensaje que revoloteaba en mi cabeza, cada que se acercaba la fecha. Feliz día del niño y de la niña, escribí con letras grandes recuerdo en toda la pared del frente de casa de mi abuela. Lejos estaba de saber que esa seria mi primera manifestación feminista, pero quería dejar claro que las niñas también existíamos.

Luego, mis primeros acercamientos al feminismo se dieron alrededor de los 20 años, cruzaba la universidad y escuchaba hablar de las feministas. Imaginaba que eran mujeres bien vestidas, con zapatos de tacón y con sus bolsos donde cargaban libros; que la mayoría tenía peinados y maquillaje, y que sólo podía encontrarlas en libros y revistas, que siempre estaban en diálogos profundos hablando y discutiendo, en mesas de trabajo, encuentros y en los medios de comunicación. Pensaba que eran un círculo pequeño.

Cuando logré meterme y descubrí que yo podía ser feminista no lo pensé dos veces, obviamente no eran como imaginaba, aunque sí tenían algunas características, no eran ni todas iguales ni yo pretendía ser como nadie. Escuché a muchas, leí a otras tantas y sobre todo he caminado con miles, las he visto a diario, siempre hablo con ellas, discuto, propongo, hago alianzas, pero lo más impresionante es verlas a todas, a la gran mayoría en la marcha del 8 de marzo. Este día es significativo para todas las feministas en el mundo, al menos del mundo que yo conozco.

En este mundo donde también he visto a muchas víctimas de estas violencias, Rocío es una de ellas, tiene 14 años, fue agredida sexualmente por su vecino, quien era el mejor amigo de su hermano. Rocío tenía ganas de morirse cuando supo que estaba embarazada, no tuvo mas remedio que contarle a su mamá, después de que un médico le confirmara la noticia. Tenía 16 semanas de embarazo y sus sueños de ser enfermera se terminaban. Fueron a la oficina de delitos sexuales para interponer la denunciar, y aunque lograron abrir la carpeta de investigación, nunca le dijeron que la interrupción del embarazo era parte de la justicia que ella estaba buscando. Llegó hasta las 22 semanas cuando encontré a su mamá en el pasillo de un ayuntamiento, buscaba ayuda pues su hija había intentando suicidarse. La acompañé al ministerio público nuevamente para hablar con la agente de la situación y del derecho que Rocío tenía. Sus palabras textuales fueron: “el bebé ya está muy grande, sino lo quieres regálamelo”. Finalmente, después de tanta revictimización y con la advertencia que sería denunciada por negligencia accedió a dar la orden para la ILE en el hospital. Hasta allí, al siguiente día, llegó un policía ministerial a amenazar a la familia diciendo: “si resulta que no es violación, te meteré a la cárcel por asesinar a tu hijo”, cuando  el personal del hospital la atendía en la sala de urgencias. Tres días después y luego de la tortura que también recibió en el hospital por parte de médicos y enfermeras, incluido el director, Rocío y su familia salieron del hospital en medio de señalamientos por ejercer un derecho. Hasta hoy no ha tenido justicia, el violador sigue prófugo y ella aunque retomó sus estudios de preparatoria, no ha podido ser la misma. Ya no sueña con ser enfermera.

La historia formal nos dice que por decisión de las Naciones Unidas en 1975, el 8 de marzo fue institucionalizado como Día Internacional de las Mujeres, reconociendo de manera implícita que las mujeres, la mitad de la población del planeta, vivimos en una clara desventaja. Se ha admitido la necesidad de diseñar políticas públicas que corrijan esta situación de desigualdad y clara discriminación.

Nosotras hemos reivindicado el  8 de marzo como el día de visibilización (no de celebración) de los enormes esfuerzos que realizamos mujeres y niñas en el mundo, para forjar un futuro mas igualitario, lograr derechos que por décadas venimos reclamando, caminar seguras por las calles, vivir seguras en la casa y en el trabajo, incluso para sobrevivir.

Este día es el idóneo para reflexionar sobre los pendientes en materia de igualdad y especialmente para recordar a todos los niveles de gobierno los retos para erradicar todas las formas de discriminación y violencias contra las mujeres y niñas que persisten en nuestras vidas.

El 8M es un día para manifestar todo aquello que nos duele y nos atraviesa el cuerpo, gritar por todas las asesinadas que hasta hoy no tienen justicia, gritar por todas las desaparecidas y alzar la voz por todas las víctimas que no pueden hablar siquiera. Todas en algún momento de nuestra vida hemos sido víctimas de algún tipo de violencia.

En Guerrero tenemos claro el diagnóstico y los pendientes son enormes, no los enumerare ahora porque son demasiados, lo que si diré es que hace falta un compromiso real por parte de quienes administran nuestro Estado. En este día es cuando más les escuchamos y leemos decir lo que quieren hacer, pero finalmente no han hecho. El 8M es usado por muchos y muchas que tienen obligaciones claras que no han cumplido, por ello es que prefieren darnos flores, enviarnos mensajes de felicitación o hasta darnos una cubeta, porque lo real no lo han querido dar, nuestros derechos plenos. Es importante garantizar una vida libre de violencias. Nosotras tenemos la decisión sobre nuestros cuerpos y nuestra maternidad, y ser dueñas de nuestra propia tierra. Las niñas y adolescentes deben ser libres para diseñar sus propios proyectos de vida, libres de acoso y violencia sexual. Por Graciela que no lo logró

Porque las niñas sigan siendo niñas y sean adultas libres de violencias, este 8M pintemos del color verde de los arboles: VIVAS NOS QUEREMOS.

 

 

Salir de la versión móvil