No olvidemos a quienes desde la infancia cargan el pesado yugo de la discriminación. Su vida al ras de la tierra, pasa desapercibida por nuestra vista.

Ranferi y Arturo Hernández, dos luchadores aguerridos

Ranferi y Arturo Hernández, dos luchadores aguerridos

 

La voz y la protesta de padre de familia y niños indígenas de Dos Ríos,

es un grito de los olvidados contra el racismo y la discriminación.

 

En este nuevo gobierno de la 4T es increíble constatar que los luchadores sociales de Guerrero sean ignorados como actores claves, que no sean tomados en cuenta como ciudadanos comprometidos con su pueblo que lucharon contra el desmantelamiento de un sistema político cimentado en la corrupción, anclado en la represión y encompadrado con los caciques desalmados. La mayoría de estos insignes personajes vivieron en situaciones sumamente graves, por la persecución permanente de los policías judiciales y los militares que en todo momento los catalogaron como parte de la guerrilla.

Tuvieron una vida llena de precariedades económicas, sobrevivían de lo que la gente les compartía, siempre estuvieron dispuestos a darlo todo y a pelear por los derechos del pobre. Su mística la forjaron en la pelea diaria que daban al ejercer su derecho a la protesta. No fueron especialistas en los temas de derechos humanos, pero sí demostraron ser personas que llevaban en la sangre la pasión por defender a quienes el sistema económico los ha excluido y despojado de lo más elemental para vivir.

Fueron personas con mucha mística, se entregaron de tiempo completo a una causa que nunca significó un beneficio económico, mucho menos privilegios y comodidades, al contrario, en muchas ocasiones tuvieron que dormir afuera de sus domicilios para ponerse a salvo, padecer hambre por las largas jornadas que acompañaban a los pueblos movilizados sin que hubiera tiempo para probar una tortilla. Forjaron su temperamento ante las acciones represivas que aplicaban los policías judiciales. Sabían que en cualquier momento les fabricarían delitos para encarcelarlos y torturarlos. Enfrentaron pruebas de fuego y nunca se arredraron ante el poder caciquil. Tuvieron el valor de encarar a las autoridades, de denunciar públicamente sus tropelías y de encabezar las protestas para alentar al movimiento social en la defensa de los derechos del pueblo.

Ranferi Hernández Acevedo es uno de los luchadores sociales que demostraron tener casta para estar en las trincheras de la lucha social. Se forjó en el campo aprendiendo de su padre Guillermo y su madre Ángela a labrar la tierra. Le enseñaron a trabajar desde que sale el sol. Muy chico aprendió a usar el azadón y el machete para chaponar la hierba. Se enroló junto con sus cinco hermanos en la siembra del maíz. Supo sembrar con la yunta y creció en los surcos de la milpa y las enredaderas del frijol. Siempre tuvo la iniciativa de aprender cualquier trabajo que requería habilidad y fuerza, como cargar los tecolpetes de mazorca, amarrar las hojas del maíz, pizcar, zacatear y desgranar junto con su familia. Con el tiempo aprendió a expresarse frente a la gente mayor con mucha claridad, usando un lenguaje sencillo, directo y provocador.

En la escuela primaria destacó por ser travieso y por su oratoria. Fue una gran satisfacción para don Guillermo que su hijo Ranferi terminara la primaria. De joven, su facilidad para hacer amigos lo llevó a destacar como un chavo que era bueno para tomar el mezcal. Durante algunos años su fama creció entre los amigos de parranda por ser muy agradable en sus pláticas y muy crítico por la forma en que son explotados los trabajadores del campo por los patrones. Se alejó de la bebida y decidió salir de su pueblo en busca de trabajo.

En Tlalnepantla empezó a trabajar como peón de la construcción y luego tuvo otro trabajo como repartidor de refrescos. Fue en la ciudad donde tomó conciencia del racismo y la desigualdad que existe en nuestro país. Sufrió en carne propia las carencias que como trabajador asalariado enfrentaba cotidianamente. Se dio cuenta de que con su precario sueldo nunca iba a comprar un terreno para construir su casa y que, mucho menos, forjaría un patrimonio para vivir dignamente. Decidió regresar a su pueblo, y por fortuna tuvo la oportunidad de trabajar como bibliotecario en la Universidad Autónoma de Guerrero, en el rectorado de Enrique González Ruiz. Este trabajo le permitió imbuirse de las luchas sindicales que se gestaban en la universidad. También tuvo la gran oportunidad de hojear algunos libros. Leyó el clásico texto de Eduardo Galeano de las Venas Abiertas de América Latina. Su lectura le ayudó a entender el proceso de colonización y despojo que han enfrentado los pueblos indígenas de América. Fue el libro de su cabecera que alimentó su espíritu como un trabajador comprometido con la gente del campo.

En 1987 se incorporó al Frente Democrático Nacional, liderado por Cuauhtémoc Cárdenas. Abrazó esta causa al grado que recibió el nombramiento como el representante de este frente en Ahuacuotzingo, su pueblo que lo vio nacer. Ese movimiento marcó su vida como un luchador social, recorrió las comunidades y logró convocar a muchos indígenas que estaban hartos de tanto engaño y de tanto sufrimiento.

La consumación del fraude electoral que le arrebató el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas fue una causa que puso a prueba su temperamento y su capacidad para mantenerse en las filas de la oposición. En 1989 participó en la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el estado de Guerrero, siendo postulado como candidato a presidente municipal de Ahuacuotzingo. En esta contienda el aparato represivo, utilizado por los caciques del PRI consumaron un fraude en varios municipios que lograron atraer el voto de la gente del campo. En esta lucha poselectoral Ranferi fue detenido arbitrariamente y fue víctima de tortura por parte de policías ministeriales. La gente salió en su defensa y con la presión de muchos indígenas de las comunidades de Ahuacuotzingo fue puesto en libertad.

En 1993 apoyó la candidatura del perredista Félix Salgado Macedonio para gobernador del estado. Este movimiento dio la pauta para luchar contra el fraude electoral. Ranferi encabezó junto con más luchadores sociales la toma de ayuntamientos para demostrar el malestar de una sociedad ansiosa del cambio. El 6 de marzo de 1993 el gobierno de Ruiz Massieu ordenó el desalojo de los ayuntamientos tomados. Impuso a la mala a Rubén Figueroa Alcocer que marcó una confrontación mayor entre el cacicazgo priista y el movimiento opositor encabezado por el PRD, siendo Ranferi Hernández el que asumió la dirigencia estatal. En 1995 fue diputado plurinominal. Desempeñó el cargo con un compromiso firme de estar del lado de la población más pobre. Defendió varias causas al grado de que el gobierno lo catalogó como un diputado radical. En esos años Ranferi se transformó en un enemigo férreo del figueroísmo.

La matanza de 17 campesinos en Aguas Blancas fue el punto de quiebre del gobierno de Rubén Figueroa que quiso desmantelar la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), reprimiendo salvajemente a los campesinos que se dirigían a Coyuca de Benítez para pedir la presentación con vida de su compañero Gilberto Romero Vázquez. Figueroa ordenó un operativo con la Policía del Estado para contener la protesta, disparando a quemarropa. El gobernador quiso limpiar su imagen presentando un video editado por los hechos sangrientos, que al final fue evidenciado por Ricardo Rocha, quien dio a conocer en cadena nacional las imágenes de la masacre.

Las denuncias y las movilizaciones que generaron, obligaron a Rubén Figueroa a renunciar al cargo como gobernador. Ante esta confrontación abierta se desató una campaña contra los dirigentes sociales, aglutinados en el PRD. En esos años fueron encarcelados Hilario Mesino, Benigno Guzmán y Bertoldo Martínez, señalados de pertenecer el Ejército Popular Revolucionario (EPR). Ranferi Hernández también fue señalado como parte del EPR y hubo varios intentos para asesinarlo. Fue desaforado por el Congreso con el fin de encarcelarlo. Contaba con varias órdenes de aprehensión y era inminente su detención. Ranferi no tuvo otra opción que exiliarse a Francia junto con su familia en septiembre de 1997.

Después del triunfo del Partido Acción Nacional que ganó la Presidencia de la República con Vicente Fox Quesada, Ranferi regresó a Guerrero y fundó la organización Movimiento Social de Izquierda. Desde esa trinchera impulsó la organización de base y gestionó varias obras en favor de las comunidades olvidadas. Fue impulsor y fundador de diversos frentes multisectoriales como el Frente Regional contra las Reformas Estructurales en la Montaña baja en el 2014.

Con la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y tres de sus compañeros asesinados el 26 y 27 de septiembre de 2014, Ranferi renunció al PRD y cambió el nombre de su organización, identificada con los pueblos indígenas y campesinos, enarbolando el nombre de Vicente Guerrero. Ranferi condenó el asesinato de sus compañeros de lucha como Arturo Hernández Cardona y Rocío Mesino Mesino. Siempre denunció que estos asesinatos eran crímenes políticos porque se enmarcaban en este movimiento social contra los cacicazgos políticos y la colusión que se gestaba entre los gobernantes a nivel estatal y municipal con el crimen organizado.

Un ejemplo claro fue la desaparición y asesinato de Arturo Hernández Cardona con dos miembros de su Organización Unidad Popular, que fueron encontrados el 30 de mayo de 2013. Traían una pugna con el presidente de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, que se asumía como un cacique regional apoyado por el grupo delincuencial Guerreros Unidos.

A pesar de los riesgos que corría, Arturo Hernández impulsó la protesta pública para evidenciar las acciones delincuenciales del presidente municipal. Para ser escuchados tomaban el ayuntamiento y la caseta de cobro. Demandaban la entrega de fertilizantes, la realización de obras en colonias populares y la salida de familiares de José Luis Abarca Velázquez de la nómina del ayuntamiento. Arturo pagó muy caro esta osadía y nunca imaginó que su protesta sería acallada, privándolo de la vida.

Recientemente un juez federal de distrito con sede en el estado de Tamaulipas, dictó sentencia de 92 años y 6 meses de prisión a José Luis Abarca Velázquez por el delito de secuestro de Arturo Hernández Cardona y cinco compañeros más del Movimiento Campesino Unidad Popular. El 30 de mayo de 2013 Arturo Hernández fue encontrado muerto con los ojos vendados, claras señales de tortura y acciones letales que causaron su muerte, junto con dos personas más.

El caso de Arturo Hernández Cardona ha llegado hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y en este 2023 se cumplirán 10 años de su asesinato. Por su parte, Ranferi Hernández, que nació el 28 de mayo de 1953, cumpliría 70 años, pero de manera artera también fue asesinado junto con su esposa Lucía Hernández Dircio, su suegra de 94 años Juana Hernández y su ahijado Antonio Pineda Patricio. Fue interceptado cerca de la comunidad de Nejapa, a 10 minutos de la cabecera municipal de Chilapa. Varios hombres armados los retuvieron para torturarlos, asesinarlos e incinerarlos. A pesar de que a escasos dos kilómetros se encuentra un retén del Ejército mexicano, no reaccionaron para brindar ayuda a Ranferi y a su familia. Fueron brutalmente asesinados por un grupo de civiles armados que planearon este crimen en un lugar donde sabían que ninguna autoridad prestaría el auxilio y mucho menos investigaría estos hechos atroces.

Los luchadores sociales como Ranferi Hernández Acevedo y Arturo Hernández Cardona, no sólo son ignorados por el gobierno de la 4T, sino que han pisoteado su legado, al no reconocer su contribución en este cambio de gobierno, que en Guerrero ha costado muchas vidas para defender los derechos del pobre y aplicar la justicia contra los gobernantes represores.

Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan

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