Opinión Siete años y la justicia no llega Los festejos por los 7 años de la cuarta transformación abarrotaron el zócalo de la ciudad de México. Los morenistas llegaron de todas las entidades del país con lonas, pancartas y banderas para hacer visible su apoyo a la presidenta de la república Claudia Sheibaum. Los líderes de Guerrero llevaron a sus seguidores para medir fuerzas con miras al próximo proceso electoral. La prioridad de los políticos es reposicionarse ante los dirigentes de su partido y cobrar visibilidad con la presidenta Claudia y los medios de comunicación. La algarabía fue el sello distintivo de esta concentración. Un festejo masivo (de 16 mil asistentes según los cálculos oficiales) que demostró el poder de convocatoria de la presidenta y la nueva hegemonía política que empieza a girar a su favor. El aire triunfalista que se respira en el centro del país ha generado entre los gobernantes de Guerrero un ambiente de presunción y arrogancia. No toleran a la gente que asume una postura crítica o que se organiza para protestar y reclamar sus derechos. Descalifican cualquier disidencia política y social. Se desentienden de las demandas legitimas que plantean las comunidades rurales y los colonos de las periferias. No importan las víctimas de la violencia ni las familias que desde hace décadas luchan por encontrar a sus seres queridos y que no desisten en su exigencia de justicia. La reciente demanda de la comunidad cultural y de las organizaciones sociales que se han hermanado con Micalea, la hija de Lucio Cabañas, de resarcir el agravio cometido por el gobierno morenista al homenajear a Rubén Figueroa Figueroa, es trivializada e ignorada. Lo mínimo que plantean es una disculpa pública por parte de la gobernadora y la destitución de la secretaria de cultura estatal Aída Melina Martínez, sin embargo, en tierra de caciques puede más el poder del jefe máximo que una protesta legitima de Guerrerenses dignos que tienen memoria y guardan respeto por los héroes del pueblo. En Guerrero se ha zanjado la relación de un gobierno que emergió con mucha legitimidad y grandes expectativas, se distanció de una sociedad combativa, que ha tumbado gobiernos represores, autoritarios y déspotas. Que ha luchado para revertir la desigualdad social y la discriminación racial. El horizonte de justicia se ha difuminado en este sexenio y más bien se vislumbra el retorno de las prácticas funestas del cacicazgo priista que amenaza con imponer una nueva hegemonía y un control férreo de las candidaturas y los cargos públicos. Mientras tanto la lucha digna de los familiares y colectivos de personas desaparecidas sigue viva y vibrante: han conmemorado los 51 años de la desaparición forzada del luchador social Rosendo Radilla; el asesinato del maestro y líder guerrillero Lucio Cabañas. En 1974 se registraron muchos casos de desaparición forzada que se focalizó en Atoyac de Álvarez. Todas ellas demandan verdad, justicia, reparación y medidas de no repetición. Apostaron que con Andrés Manuel López Obrador se irían a la cárcel los responsables de estos crímenes atroces. Tanto las desapariciones de la década de los 70 como la nueva oleada de desapariciones, como el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa continúan en el limbo. Ni los gobiernos priistas, panistas y morenistas se han atrevido a romper el pacto de impunidad. Prefieren la gobernanza manteniendo a los violadores de derechos humanos en sus cargos y fuera de las cárceles. El jueves 4 de diciembre la tía Genoveva Sánchez Peralta, mamá de Israel Caballero Sánchez, murió en Atliaca, municipio de Tixtla. Israel como los demás compañeros de Ayotzinapa, tenía muchos sueños. Al inicio quería ser militar, pero que bueno que ya no quiso porque los militares son los que desaparecen a las personas y los responsables de su desaparición. La primera semana de pruebas en la escuela de Ayotzinapa no la pasó. Mi papá le dijo que no se preocupara y que buscara un trabajo para seguir adelante. Un día llegó con la noticia de que había embarazado a su novia y que tenía que llevarla a vivir a la casa. Además de este nuevo compromiso, no desistió de la escuela. En el 2014 volvió a realizar la prueba en la Normal y afortunadamente se quedó. En los primeros días como estudiante nació su hija Melani, el 5 de agosto. Días después pudo ver a su bebé, estuvo como una hora tomándose fotos, fue la primera y última vez que la tuvo en sus brazos. No sabíamos que empezaría el dolor más grande del mundo. El 14 de agosto falleció mi papá por un paro cardíaco, nos afectó demasiado, y el 26 de septiembre, un mes después, desaparecieron a Israel. Recuerdo que estaba en la casa con mi mamá, la menor de mis hermanas se había ido con Melani para la primera vacuna, de repente alguien tocó la puerta con desesperación. Era la madre de un normalista de segundo año. Nos dijo que nos fuéramos a la Normal porque había pasado algo grave. Llegamos desconcertadas porque la gente estaba llorando… Algunos normalistas fueron llegando con sus caritas espantadas y tristes. Tenía la esperanza de que llegara Israel, pero estaba en la lista de los 43. El golpe que recibimos fue muy fuerte, pero más para mi mamá. Las cosas cambiaron completamente. Nunca estábamos en la casa porque mi mamá se sentía sola sin mi papá y sin mi hermano. Estábamos más tiempo en la Normal porque sólo allá no se desesperaba. Se iba todas las mañanas, decía que se sentía más tranquila, aunque todo el tiempo estaba triste. A veces lloraba, esperando que mi hermano regresara a la casa o a la normal, se ponía a recordarlo por horas y sentía consuelo al ver a su nieta Melani. Lo único que podía hacer era asistir a todas las actividades de las madres y padres de familia, estaba pendiente de las reuniones y de todo lo que se decía. En una de las marchas que hicieron en la Ciudad de México en el 2020 se cayó y se fracturó el pie. Iba con mi hermana Andrea, se dirigieron al centro Prodh con mucho trabajo porque mi mamá no podía caminar. Cuando regresó a Atliaca ya venía enyesada. A partir de ahí dejó de ir a las actividades, se la pasaba en la casa y eso la deprimía. Nos decía que fuéramos a las reuniones y a las marchas. La teníamos que cuidar mucho para que no se preocupara porque le afectaba la presión y le subía su glucosa. Se estuvo recuperando, pero le entristecía no poder ir a las marchas porque ahí recuperaba el ánimo. En la casa sólo se quedaba pensando en mi hermano y más triste se ponía. Recibió otro golpe duro cuando falleció su mamá, Guadalupe, el 26 de diciembre del 2023. Nosotras le dábamos ánimos y la cuidábamos para que su salud no se afectara, ella también se cuidaba, pero empezó a tener problemas renales. La llevamos al doctor, la diagnosticaron y le dieron un tratamiento. Poníamos mucha atención para que no le complicara el problema. Como no se hinchaba de su cara ni de sus pies, pensamos que estaba estable; no nos dimos cuenta de que sus pulmones se empezaron a llenar de agua. Primero se hinchó en la parte de su pecho y el 9 de octubre del 2024 no podía respirar. Nos asustamos mucho, sentíamos que la estábamos perdiendo y de manera urgente la llevamos al hospital general de Tixtla, pero no había catéter para que la dializaran. Consiguieron el material y le hicieron una cirugía para dializarla. El pasado 17 de septiembre yo estaba en Tixtla en el inicio de la jornada de lucha por los 11 años de la desaparición de los 43 estudiantes; mis hermanas llevaron a mi mamá a una consulta con el angiólogo. El médico le dijo que su pie ya no tenía salvación, que podía amputarlo en el hospital Santa Fe, pero saldría muy caro. Mis hermanas me llamaron para comentarme la situación y que llevarían a mi mamá al hospital general porque la cirugía era muy cara, no teníamos dinero y no nos habían reembolsado nada. Estoy muy decepcionada del gobierno federal porque dice que apoya mucho a las madres y padres, y por mi mamá no hizo nada. En las dos últimas reuniones han dicho que podemos recibir atención en hospitales privados y ellos se hacen cargo, pero a pesar de que sabían que mi mamá estaba mal, nadie nos facilitó ni acompañó para hacer el procedimiento de solicitud, nos dejaron solas. Después de que le amputaron el pie, mi mamá ya no fue la misma, lloraba mucho por mi hermano, hasta que la tristeza terminó de consumirla. La madrugada del 4 de diciembre se puso muy mal. Estaba inconsciente por la glucosa que estaba muy descontrolada. Murío a las 12 del día. El 5 fue su sepelio, la despidieron de su casa las vecinas y vecinos como acostumbramos con la música de viento. Fueron a la Iglesia del pueblo y a la capilla de su barrio San Francisco. Una comisión de los 43 padres y madres la acompañaron hasta su última morada. La tristeza y el llanto nos invadió a todas. Nos quedamos huérfanas y con un hermano desaparecido. Al gobierno del cambio que este sábado celebró sus 7 años, le recordamos que tiene un gran pendiente con los familiares de personas desaparecida. No puede ignorar el reclamo de los colectivos de víctimas porque la violencia no para y las desapariciones aumentan. El gobierno de la 4T tiene la responsabilidad de castigar a las autoridades que cometieron graves violaciones a los derechos humanos y están obligados a dar con el paradero de nuestros seres queridos. Sé que Israel va a volver, lo sentimos; sólo me preocupa que todavía no sabemos cómo decirle que nuestra mamá ya no está. Share This Previous ArticleMicaela, la hija de un guerrillero No Newer Articles 2 días ago