Opinión El hilo amoroso nunca se rompre Para todas las madres, esposas, hermanas e hijas que diariamente luchan por encontrar a sus familiares desaparecidos. A pesar de la impunidad y la corrupción ¡las madres llegarán a la verdad! Cipriana González, colectivo Lupita Rodríguez Los días son de lágrimas por nuestros desaparecidos. Las madres tenemos que subir a los cerros más altos para gritar sus nombres. Los buscamos en los cerros y barrancas, saltando las piedras. En el lodo, la hojarasca y las cuevas. Nos caemos, pero nos levantamos para seguir buscando. No hay consuelo para una madre. Nunca lo habrá por el dolor tan grande de perder a un hijo. Es muy doloroso que nos maten a un hijo, pero el sufrimiento es una brasa caliente, un tormento continuo que te quita la vida lentamente. Mi hijo Javier Benítez González fue desaparecido en Chilpancingo el domingo 3 de junio del 2017. Yo había salido a ver un terreno. Él estaba en la casa porque tenía 8 días de haberse separado con su pareja. Él me dijo “nada más hoy me quedo y ya me voy a mi casa”. Cuando llegué ya no lo encontré. Le empecé a marcar y no me contestó. Le marqué a la muchacha y me dijo que tampoco allá había llegado. Desde entonces no he parado de buscarlo. Durante siete años no he descansado de buscarlo y hasta la fecha no he dado con él. Nosotras hemos andado aún con enfermedades, les gritamos en los cerros. Preguntamos a los 4 vientos dónde los dejaron, qué hicieron con ellos. A pesar de que tengo los pies hinchados de tanto andar en los campos y en los pedregales, el amor por mi hijo se hace más grande. En esta vida tan cruel he tenido pensamientos extremos: mil veces me lo hubieran matado y me lo hubieran dejado tirado porque así lo hubiera recogido para sepultarlo. Así sabes dónde está, dónde le vas a ir a llorar, a ponerle una veladora o una cruz. Lo peor es cuando está desaparecido porque no sabemos dónde se encuentra. Todo lo que hacemos es llorar, gritar, buscarlos, pedir ayuda, pero las autoridades nunca te apoyan, porque no tienen un hijo desaparecido y no sienten lo que sentimos. Aún no encuentro palabras para describir este sufrimiento. Es como una herida que duele y que todo el tiempo sangra. De este dolor saco fuerzas para ir a buscarlo. He andado en todas las búsquedas: en Acapulco, en Chilpancingo y en otros lugares. A mí no me da miedo buscarlo. Lo que yo quiero es encontrar a mi hijo, si por eso voy a morir o me van a dar un balazo que me lo den. Así nos han acostumbrado. No quiero nada contra quien lo desapareció, sólo quiero que me digan dónde está mi hijo o dónde lo dejaron. Desde hace 10 años trabajo en una cocina elaborando tortillas, hago guisos y atiendo a los clientes, pero ando con todo el dolor. No me queda más alternativa que trabajar. Tengo cuatro nietas que son hijas de él y a veces vienen a pedirme dinero para comprar medicina o zapatos. Nosotras como abuelas tenemos que solventar algunos gastos. Aunque estemos enfermas tenemos que seguir adelante. El gobierno del estado no hace nada por los desaparecidos. Nos dicen que sí nos van a ayudar, pero no pasa nada. Nos dicen que sí los están buscando, pero de ahí no pasa. No les interesa. Queremos que busque a nuestros desaparecidos, que hagan su trabajo. No lo han querido hacer, si no ya los hubieran encontrado. Esta lucha es por nosotras las madres que ahora somos buscadoras. Filiberta, indígena Me pháá del municipio de Zapotitlán Tablas Para nosotros no hay fechas especiales, y desde que desapareció mi papá Zeferino Cristino Vázquez y mi sobrino Elmer Zaid Vázquez Cristino, no tenemos nada que celebrar. La familia ya no está completa. Desde el 22 de mayo del 2022 cuando los desaparecieron, mi mamá quedó destruida. A pesar de su enfermedad y su dolor el hilo amoroso nunca se romperá. Los desaparecieron cuando regresaban del doctor, en el municipio de Zapotitlán Tablas. Mi sobrino venía manejando cuando personas armadas que iban en una camioneta los interceptaron en el tramo carretero Nuevo Amanecer y Santa Rosa. Ahí también iba mi mamá. Ella se bajó antes y vio como los golpeaban. De inmediato los subieron a otro carro y se los llevaron. Uno de los hombres armados se llevó la camioneta que conducía mi sobrino. Tenemos la costumbre de que siempre que bajan al doctor los acompañamos, pero ese día nos dijo mi papá que no iban a bajar. Nuestro día transcurrió con las labores del programa sembrando vida. Estábamos en el vivero cuando me avisó mi hijo que mi teléfono estaba sonando. Era mi hermano para decirnos que gente armada se había llevado a mi papá. No creí porque los acababa de ver en la casa. De inmediato fuimos al municipio para que nos ayudaran a localizarlos. Mi hermano fue por mi mamá donde habían ocurrido los hechos. Buscamos a la síndica municipal, pero nos dijo que no podía hacer nada. Estuvimos esperando porque se fue la luz y también la señal por las fuertes lluvias. Nos quedamos en el ayuntamiento hasta las 2 de la mañana, pero nadie nos ayudó. Queríamos que la policía municipal saliera a la carretera a buscarlos, que se comunicaran a través de sus radios para localizarlos, pero no hicieron nada. El 23 de mayo nos trasladamos a Tlapa para poner la denuncia formalmente en la fiscalía. Nos hicieron entrevistas y nos dijeron que teníamos que esperar porque podía ser un secuestro. En ese tiempo recibí una llamada donde me decían que tenían secuestrados a mi papá y a mi sobrino. Estuvimos todo el día en la fiscalía y las llamadas continuaron. Me daban cierto tiempo para juntar 150 mil, yo les dije que no tenía ese dinero, pero que me dieran más tiempo de conseguirlo. Yo les pedí una prueba de vida para saber si en realidad se trataba de mis familiares. Llamaban cada 30 o 40 minutos. La última llamada fue el 23 de mayo a las 12:38 del día. Me dijeron que tenía que dar el dinero, les dije que todavía lo estaba consiguiendo, que me dieran más tiempo. Aceptaron, pero ahora tenía que darles 200 mil pesos. Me preguntaron si aún quería la prueba de vida, les dije que sí. Me mandaron una fotografía de mi papá. Le dije al personal de la fiscalía que sí era mi papá y que íbamos a ver la forma de juntar el dinero. Sabía perfectamente que se trataba de mi papá porque vi la ropa que traía ese día, sin embargo, el equipo antisecuestros de Chilpancingo me dijo “diles que ese no es tu papá”. De inmediato puse en silencio el teléfono y les respondí que sí se trataba de mi papá, pero me insistieron “diles que no es él”. Yo pensé que la fiscalía tenía su forma de trabajar y tuve el gran error de decirles, contra mi voluntad a los secuestradores, que no era mi papá. Fue un momento en el que pude haberles dicho que sí era mi papá, pero le hice caso a la fiscalía pensando que ellos sabían cómo actuar. El secuestrador me contestó ¿estás segura? La fiscalía me estaba exigiendo que le dijera que no era él, aunque por dentro sabía que sí. Me colgaron y a los 10 minutos me volvieron a marcar para decirme “está bien, tú acabas de tomar la decisión de que no es tu papá, pero bueno, así como fuiste de chingona de llamarle a la guardia nacional y a todos los que vienen en camino para buscarlo, te quedas con eso en tu conciencia”. Cuando personal de la fiscalía escuchó, me dijeron “entonces sí era tu papá”. Sabía que se trataba de él, pero la fiscalía me obligó a decir lo contrario. Este 22 de mayo se cumplen 3 años. Acudí varias veces a la fiscalía, pero no he tenido una respuesta, a pesar de que mandaron la carpeta de investigación a Chilpancingo, no hay avances. En la sábana de llamadas tampoco identificaron los números. Enojada le dije al encargado de los casos de desaparición forzada que como no son sus familiares no mueven un solo dedo para buscarlos, pero si fueran sus familiares moverían cielo, mar y tierra para encontrarlos. Nosotros como somos gente pobre de la Montaña nos dejan en el olvido. Me dijeron que seguían buscando, pero en realidad no han movido nada. Como familiares estuvimos realizando algunas búsquedas en puntos que la gente nos informaba, pero no hemos podido dar con su paradero. No perdemos las esperanzas de que un día van a regresar a casa. Para mi mamá ha sido muy duro este golpe, ya no la involucramos por la enfermedad de su corazón. Tenía 5 años de haber sido diagnosticada y tras la desaparición de mi papá tememos que le pase lo peor. Yo tengo cáncer en fase terminal, aún así no pierdo la esperanza de que un día traeré a mi papá y a mi sobrino de regreso. Mi papá decía que yo era la más valiente, pero hay veces que las fuerzas se me acaban. Mi sobrino pequeño me pregunta ¿tía y mi papá ya va a volver? Cómo le explico a un niño que su papá está desaparecido. Por eso no me voy a quedar con los brazos cruzados, al contrario, aun con mi enfermedad no voy a parar de buscarlos. Para nosotras el 10 de mayo, ya no es una fecha significativa, cambió nuestro calendario, la fecha más importante para la familia será el día en que regresen. Share This Previous ArticleEl CECOP exigió investigaciones y justicia para Marco Antonio Suástegui Next ArticleBoletín de prensa de la Mesa Agraria de Carrizalillo 5 horas ago